La comuna hippy de Cristiania, en Dinamarca, luchó por décadas para conseguir su autonomía. Ahora que la ha logrado, ¿podrá con el peso de la responsabilidad, en particular, con un creciente mercado de drogas ilícitas?
"No es una sociedad perfecta, pero una de las mejores cosas de vivir aquí es que no tiene que ser", afirma un residente que se hace llamar sólo Vesinger.
Vesinger hace su evaluación de Cristiania con un afecto sincero. Ha vivido aquí con sus dos hijos por seis meses, un reciente converso al estilo de vida de Cristiania.
Y no es difícil ver por qué este pequeño enclave, apenas al sur de Copenhague, es un lugar atractivo para una familia.
Árboles y plantas crecen sin interferencia humana ni pesticidas. Es más racialmente diversa, culturalmente abierta y creativamente expresiva que el barrio danés promedio.
Cristiania ha sido un terreno tomado por casi 40 años, desde que un grupo de hippies con mucho espíritu de empresa echó abajo las cercas y se instaló a vivir en los abandonados cuarteles militares.
Y tras una reciente resolución del gobierno, esta pequeña sociedad está celebrando su independencia como una especie de región semiautónoma. La llaman Ciudad Libre de Cristiania.
Alternativa, no ideal
Kerstin Larson, una antropóloga social, de cabello flamígero y hablar franco y directo, se trasladó aquí hace 31 años, después de enamorarse de un residente.
"Me dio la oportunidad de una vida que no fuera tediosa".
Ahora trabaja como guía de curiosos turistas que se pasean por las calles adornadas de grafitis.
"Como se puede apreciar, hemos invertido mucho de nuestro tiempo y nuestros sentimientos en este lugar. Esto que ven aquí es lo que hemos logrado.
"Estoy muy orgullosa de lo que hemos hecho. Es una ciudad libre para artistas, tenemos conciencia ecológica pero, claro, no se trata de una sociedad ideal, es una sociedad alternativa."
Los residentes ha estado luchando por quedarse en Cristiania durante años.
Desde su comienzo, varios gobiernos han tratado de expulsar a los residentes de los terrenos tomados, argumentando que se trataba de un caldo de cultivo para las drogas y otras actividades ilegales, que no obedecía a reglamentación alguna.
Tras meses de negociación, se llegó a un acuerdo que mantiene contentos a la mayoría de los políticos y de la gente.
Bajo las nuevas reglas, los residentes están autorizados a comprar su tierra a precios de ganga y el resto será ofrecido en renta por el Estado.
Aunque, para Larsson, esto transforma un refugio hippy en una municipalidad, significa que pueden existir en paz y seguridad por primera vez.
"Será una nueva manera de vivir," dice.
"Ya no tenemos que preocuparnos porque el gobierno nos vaya a desalojar de nuestra tierra. Me parece que hemos ganado el derecho de tenencia. Cuando nos sintamos más seguros, podemos empezar a lidiar con algunos de los problemas que existen aquí."
Es que Cristiania no es sólo paz y amor.
Sobrevivencia del más fuerte
La actitud liberal de los residentes hacia la marihuana, añadida a un enfoque policial inconsistente respecto a su venta, ha dejado el espacio para que penetre una fuerza oscura en esta sociedad despreocupada.
Se han registrado algunos brotes de violencia, incluyendo tiroteos en las calles, en momentos en que bandas rivales luchan por el control del comercio de drogas de Cristiania.
En la desprestigiada Pusher Street, cabezas rapadas con perros bravos miran de manera amenazante, desde detrás de sus puestos cubiertos por redes de camuflaje, a todo aquel que parezca andar en algo distinto de comprar drogas.
Pantalones de color kaki y pañuelos en la cabeza recuerdan más los suburbios de Los Ángeles que parte de la rica sociedad que rodea el lugar.
Los padres fundadores de Cristiania la construyeron con una visión ideológica de apertura , amor y vida altruista. Para estos traficantes, esa libertad está allí para explotarla y sacar beneficios económicos.
De vuelta en la seguridad relativa del patio caóticamente encantador de Vesinger, con juguetes hechos en casa y todo tipo de muebles viejos, éste reconoce que la libertad les ha cobrado su precio.
"Creo que si usted hubiera visitado Pusher Street hace diez años, habría conocido el sueño perfecto de los hippies,"afirma.
"Había cabinas de flores, la gente pintaba sus pequeños puestos donde vendían cannabis, pero todo eso ha cambiado.
"Ha habido tolerancia cero para el cannabis de parte del gobierno, con mucha presencia policial, allanamientos y cosas. Eso significa que sólo sobreviven los más fuertes.
"Los traficantes de drogas suaves que estaban allí sólo para ganarse unos pesos, no habrían podido sobrevivir en este ambiente. En cambio, el delito organizado, que sabe cómo operar un negocio, se ha quedado y está floreciente".
Atractivo turístico
Si los residentes de Cristiania quieren que su sociedad libre progrese, creen que van a tener desalojar a todos aquellos que están "matando las vibraciones."
Siendo el segundo atractivo de Copenhague en popularidad, el nuevo consejo de la comunidad se beneficiaría enormemente expulsando a todos aquellos que amenazan los principios fundacionales que sirvieron para construir esta tierra de crecidos arbustos, Budas de tamaño natural, y gigantes estatuas de pájaros hechas con materiales reciclados.
Y ahora tienen más poder para hacerlo.
"Muchos daneses ven a Cristiania como un lugar lleno de delitos y droga," concede Vesinger.
Él condujo las negociaciones con el gobierno y espera que, con el tiempo, puedan utilizar la nueva unidad que han encontrado para solucionar el problemas de las drogas, no sólo localmente, sino también a un nivel nacional.
"Me gustaría ver que enfrentamos el problema de la legalización de la marihuana, en vez de hacer como que no existe en Cristiania," dice.
"Espero que ahora que el poder está en nuestras manos, podemos empezar a demostrarse al mundo que Cristiania es algo más que sólo un lugar donde se puede comprar cannabis".
Fuente: www.el-nacional.com
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