Vergonzante regreso del cannabis a las farmacias.
La aprobación del derivado cannábico Sativex es un paso importante pero absolutamente insuficiente para resolver la cuestión del cannabis medicinal.
El Sativex cuesta entre 12 y 50 veces más caro que la marihuana.
La autorización anunciada por parte del Ministerio de Sanidad del fármaco Sativex, producido a partir de un extracto de marihuana, supone un avance importante que permitirá mejorar la calidad de vida de muchas personas que no responden a otras alternativas terapéuticas. Desde la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC) nos congratulamos de este paso, ya que supone un nuevo espaldarazo al uso de cannabis con fines medicinales, uso cuya normalización venimos reclamando desde hace muchos años.
Sin embargo, la manera en que se ha llevado a cabo la autorización y las limitaciones que se han impuesto al uso del fármaco son una buena muestra de que la verdadera normalización aún queda lejos. En efecto, no se entiende que el Sativex solo se ponga al alcance de los enfermos de esclerosis múltiple, dejando al margen a los pacientes de cáncer en tratamiento con quimioterapia, a quienes sufren síndrome de anorexia-caquexia y a los afectados por dolores de origen neuropático, patologías para las que existen sobradas evidencias científicas de la eficacia del uso de cannabis. De hecho, el cannabis es en estos momentos la mejor alternativa existente para el tratamiento de las naúseas y vómitos, pese a lo cual el Ministerio de Sanidad ha decidido dejar al margen esta indicación, seguramente debido a las presiones de Sanofi, laboratorio que fabrica y distribuye el fármaco metoclopramida (comercializado bajo la marca Primperan), producto que ya ha sido sometido a ensayos comparativos con la marihuana, habiendo demostrado esta última una mayor eficacia y menos efectos secundarios.
Por otra parte, el cannabis se utilizará como última opción, cuando fallen las demás alternativas terapéuticas, lo cual significa que se alargará el sufrimiento de personas que se podrían beneficiar de las propiedades del cannabis desde el comienzo de su tratamiento, pero que deberán esperar, sometidas a tratamientos menos eficaces y perdiendo calidad de vida, a causa de los reparos morales de los responsables sanitarios y de las presiones espurias de la industria farmacéutica, que intenta conseguir un monopolio de facto sobre una planta de fácil cultivo y uso milenario. En efecto, el cannabis es una planta con una toxicidad muy baja, una capacidad adictiva relativamente reducida, y con unos efectos secundarios en general leves. El único problema, y donde reside la clave de todo el problema, es que el cannabis es una planta psicoactiva y se halla perseguida por esa causa, persecución que está sirviendo de muro de contención para impedir el acceso verdaderamente normalizado a una planta medicinal de propiedades sobradamente demostradas.
La falta de psicoactividad: Un argumento falso
Los responsables sanitarios afirman que el Sativex no es psicoactivo, mientras que la marihuana sí lo es. Pues bien, esta afirmación no responde a la realidad. La psicoactividad del cannabis viene dada por la proporción entre los principios activos Tetrahidrocannabinol (THC) y Cannabidiol (CBD). El Sativex tiene una proporción de alrededor de 1:1, lo cual hace que tenga psicoactividad baja, pero hay pacientes que, aún así, notan efectos psicoactivos en el Sativex que, en general, suelen ser percibidos como positivos. Sin embargo, existen variedades de marihuana con proporciones similares de THC y CBD y, por tanto, con propiedades similares a las del Sativex. E incluso hay cannabis natural donde predomina el CBD y son aún menos psicoactivas que el fármaco ahora autorizado.
Por otra parte, el hecho de que el Sativex sea la única alternativa disponible reduce enormemente las posibilidades de encontrar el tratamiento más adecuado para cada paciente. En el cannabis hay 63 principios activos del grupo de los cannabinoides, exclusivos de la planta. La mayoría no han sido aún estudiados y se desconoce su papel a la hora de modular el efecto de la sustancia. Por eso, las diferentes variedades de cannabis tienen efectos muy distintos, que además varían de una persona a otra. Hay variedades más relajantes, más estimulantes, que abren más el apetito o producen más somnolencia. El Sativex como alternativa única significa “café para todos”, a pesar de que no le funciona igual a todo el mundo. Como resultado, en nuestras asociaciones conocemos ya bastantes casos de personas que accedieron al uso de Sativex a través del llamado “uso compasivo” y han tenido que volver a consumir marihuana u otros derivados que consiguen en las asociaciones e incluso en el mercado negro, ya que el uso de Sativex no resolvía sus problemas con la misma eficacia.
El cannabis ya estuvo en las farmacias
No es cierto que, tal y como se recoge en algunos medios, sea la primera vez en la historia en que el cannabis entra en las farmacias españolas. Durante todo el siglo XIX y hasta 1918, el cannabis era un producto de venta libre, siendo suficiente a partir de esa fecha la receta médica. La planta estaba disponible en forma de tres genéricos (pomada de base grasa, tintura hidroalcohólica y sumidades floridas, es decir, cogollos de marihuana) y numerosos específicos, incluyendo tinturas, jarabes y hasta cigarrillos ya liados, o sea, porros para uso médico[1]. Durante todo ese tiempo existe una amplia literatura médica sobre el cannabis, considerada ya entonces como una planta con numerosas aplicaciones y efectos secundarios leves.
El parón que hemos vivido desde aproximadamente el final de la Guerra Civil hasta hoy, tanto en el campo de la investigación como en el uso terapéutico, es el resultado de las políticas de prohibición basadas en criterios morales, que ignoraron las evidencias científicas existentes en la época y han provocado un gran retraso en el conocimiento de la planta y sus propiedades. En realidad, si comparamos la gran variedad de preparados cannábicos disponibles a comienzos del siglo XX, la situación actual es de una pobreza desoladora. De una amplia panoplia de presentaciones y vías de uso hemos pasado a un único tipo de tintura hidroalcohólica con una única formulación. De tres genéricos y unos treinta específicos, destinados a un gran número de enfermedades y síntomas, hemos llegado a tener que alegrarnos de disponer de un único producto para una única enfermedad. Y a esto lo llaman avance científico…
Y con el resto, ¿qué hacemos?
La inminente autorización del Sativex había creado expectativas en diversos grupos de pacientes, expectativas que han quedado frustradas. Por ejemplo, las mujeres afectadas de cáncer de mama, las primeras que lucharon como colectivo para conseguir el acceso a la planta y así dejar de sufrir náuseas y vómitos por la escasa eficacia de los antieméticos disponibles, han quedado fuera de los planes del ministerio y tendrán que seguir recurriendo a la compleja y burocratizada vía del llamado “uso compasivo”, igual que otros muchos pacientes que podrían haber mejorado su situación.
¿Qué pasará ahora con estos grupos de pacientes –sobre todo oncológicos- a los que se ha comprobado que les beneficia el uso de cannabis pero a los que la administración se empeña en privarles del mismo? ¿Y con los pacientes de enfermedades menos investigadas como la fibromialgia, que en muchos casos responden positivamente al tratamiento con cannabis, y cuyo acceso a derivados legales del cannabis puede retrasarse años? ¿Y con los miles de personas que, sin tener una patología concreta, usan cannabis para ayudarles a dormir, reducir el stress o abrir el apetito? ¿Hasta cuándo se les obligará a la clandestinidad, cerrando los ojos a una evidencia cada vez más percibida por la sociedad?
Un negocio más que redondo
La clave para entender los retrasos y limitaciones a la autorización de derivados de cannabis, impidiendo el acceso a la propia planta, no son las razones de tipo médico, sino las puramente económicas. Prohibir el cultivo y el uso de la planta evita que se pueda recurrir a ella directamente y obliga a los pacientes a utilizar un fármaco mucho más caro.
En Canadá, donde el Sativex está autorizado desde junio de 2005, un frasco del producto para 48 pulverizaciones cuesta unos 125 dólares canadienses, unos 93 € al cambio. Aquí se pretende comercializar a 124 € el frasco. Como el producto dispensa 2,7 mg de THC por aplicación, eso supone un total de unos 130 mg de THC por frasco, es decir, el miligramo de THC sale a 0,95 €. Un paciente que utilice marihuana proveniente de un Club Social de Cannabis paga por ella entre 3 y 4 €/gr. Dado que la marihuana que se cultiva actualmente suele contener entre 5% y 15% de THC, eso significa que el paciente asociado a un Club paga entre 0,08 y 0,02 €/mg. En otras palabras, el miligramo de THC obtenido a través del Sativex es, aproximadamente, entre 12 y 50 veces más caro que el que venimos produciendo en las asociaciones. No es de extrañar que las acciones de las compañías que producen y distribuyen el Sativex hayan subido como la espuma. Y tampoco es difícil llegar a la conclusión de que eliminar el monopolio otorgado al Sativex no solo mejoraría la eficacia terapéutica al ofrecer una mayor variedad de productos, sino que supondría un enorme ahorro para las arcas públicas.
Hacia un modelo mixto de dispensación
Desde la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), venimos reclamando que se levante la prohibición que pesa sobre la planta de cannabis para que las personas adultas que desean utilizarla con cualquier fin, especialmente el terapéutico, puedan acceder a ella legalmente y con garantías de calidad. Actualmente, cientos de pacientes de diversas enfermedades recurren a nuestras asociaciones, cuyas actividades son completamente legales, para conseguir el cannabis que les niega el sistema sanitario. Desde nuestros grupos se intenta ofrecer preparados y vías de uso de la mayor calidad y diversidad, incluyendo vaporizadores para evitar tener que fumar, tinturas y cremas. En este sentido, nuestra oferta se adapta mucho mejor a las necesidades de los/as pacientes y resulta mucho más económica. Por otro lado, la mayoría de Clubes Sociales de Cannabis que tratan a pacientes cuentan con personal médico voluntario para hacerles un seguimiento y supervisar el tratamiento, algo que aún rechazan hacer muchos médicos, negándose a aceptar la realidad que sus pacientes les ponen ante los ojos: Que el cannabis funciona en un amplio abanico de trastornos y dolencias, aportando calidad de vida con un bajo riesgo.
Ante esta realidad, y visto que desde distintos centros sanitarios públicos y privados se nos derivan pacientes extraoficialmente, hace tiempo que venimos reclamando una regulación legal que ofrezca las debidas garantías. En este sentido, consideramos modélico el ejemplo de Canadá, el país donde se creó el Sativex y donde primero empezó a usarse, además de otros derivados cannábicos sintéticos y semi-sintéticos y que, sin embargo, permite también a varios miles de pacientes el cultivo y posesión de marihuana para su propio uso, a fin de cubrir aquellos pasos en los que los productos de la industria farmacéutica, a falta de investigaciones más profundas, no pueden llegar.
También nos parece muy interesante el modelo californiano, donde el paciente para el que se considera indicado el uso de cannabis recibe un volante médico que le permite acudir a un club cannábico debidamente autorizado. Aquí ya tenemos los clubes y el marco legal, solo falta la audacia política para coger el toro por los cuernos y regularlo claramente para evitar la actual situación de inseguridad jurídica, con incautaciones, detenciones y multas contra personas y colectivos que están trabajando por el derecho a la salud y por mejorar la calidad de vida de las personas. El paso dado en España es importante por ser el primero, pero es un paso muy corto y en una única dirección. Responder al reto que plantea el uso medicinal de cannabis exige mucho más que eso.
Julio de 2010.
Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC)
www.fac.ccprensa@fac.cc